Incrédula




 ¿Ha escuchado este término alguna vez? ¿Le parece sinónimo de inconversa, mundana, pecadora o atea? ¿Qué pensaría si le digo que una hija de Dios puede ser tan incrédula como alguien que nunca ha entrado a una iglesia? Compruébelo usted misma con la siguiente prueba personal…

         ¿Ha pedido algo a Dios algo en oración, creyendo de antemano que no sucederá?

         ¿Piensa que Dios ayuda a todos… menos a usted?

     ¿Se ha sorprendido maravillosamente cuando Dios le ha contestado una petición, por la cual usted oró?

       ¿Cree que Dios siempre trabaja a largo plazo?

         ¿Piensa que Dios pudo crear el Universo, pero no es capaz de resolver sus asuntos?

    ¿Le cuesta creer en los milagros?

Si en alguna de las preguntas anteriores respondió con un sincero “Sí”; sea usted bienvenida al Club de las Incrédulas; un lugar por el cual muchas de las mujeres acostumbramos a pasar a lo largo de la vida; (algunas con más frecuencia que otras) pero todas las participantes tienen algo en común: “Creen que sus vidas son más complicadas que el poder de Dios actuando en ellas”. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, incredulidad se define como: “Repugnancia o dificultad en creer algo” así como “falta de fe”. 

En Marcos 6:1-6 la Biblia nos habla acerca de nuestro bondadoso Jesús, quien andaba por las aldeas predicando el evangelio, sanando enfermos y mostrando el amor de Dios a todas las personas.
Cuando Jesús llegó a su tierra natal (Nazaret) comenzó a ejercer su ministerio; las personas se asombraban de su forma de hablar, su sabiduría y sus milagros. Ellos lo conocían, sabían quiénes eran sus familiares y de seguro lo bueno que era en el oficio que José le había enseñado; pero todo lo que Jesús estaba haciendo en ese momento era demasiado bueno como para creer que proviniera de Él. Después de todo era un simple carpintero…
El problema aquí no era el pasado de Jesús, era la incredulidad que había en  los  corazones de quienes a pesar de ver y oír las cosas que él hacía y decía, se negaban a aceptar un poco de esa bondad en sus vidas. 
¿Cuántos milagros hemos dejado de percibir? ¿Cuántas cosas están en lista de espera por nuestra falta de fe? ¿Habremos perdido bendiciones por no creer que las obtendríamos?...  En el vr. 5 habla de que Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos” el motivo: incredulidad de ellos (vers. 6) Las personas de ese lugar se perdieron el privilegio de ser bendecidos por Jesús, el haber sido tocadas por sus manos poderosas, y sus vidas cambiadas por sus palabras milagrosas, todo por No Creer. Solamente unos cuantos fueron obtuvieron la dicha de tener una experiencia con Jesús.
Usted y yo nunca vamos a tener más de lo que nuestra fe permita. Dios quiere que creamos y confiemos ciegamente en él, ante cualquier circunstancia de la vida. ¿Qué nos impide salir de la incredulidad?  Identifiquémoslo y huyamos de eso, no vaya a ser que Dios se asombre y no quiera actuar en nosotras por nuestra falta de fe.

                                                                                                                                   Adri Sol

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